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GALERIA DE GRANDES PALACIOS ÁRABES

 

Sidi Bou Said, el Saint-Tropez africano

 

Quien conoce el mundo árabe no necesita que le recuerden que, al margen de tópicos y prejuicios, éste es un pueblo sabio, acogedor, despierto y orgulloso. Quien no lo conozca, quizá debería iniciarse por Túnez, su país más moderno y abierto a Occidente, donde aguardan pueblitos que enamoran, aunque ninguno como éste.  

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Los centroeuropeos y nórdicos sólo tienen ojos para sus playas, pero para quienes no necesitan venir hasta aquí para encontrar el sol que ya tienen en casa, Túnez despacha otros alicientes presididos por las dunas y oasis de su desierto, la autenticidad de sus pueblos bereberes del sur, la monumentalidad de las medinas de Túnez capital y la ciudad santa de Kairouan, y alguna que otra delicia como el pueblito de Sidi Bou Said.

En las proximidades de la capital, esta pequeña joya se eleva sobre un promontorio sobre el Mediterráneo atravesado por callejuelas peatonales y escalinatas entre las que se levantan sus casitas de blanco y añil, que se abren con grandes portones con remaches de metal y se adornan con la protectora mano de Fátima, que guarda a sus moradores de la mala fortuna.

Lugar de peregrinaje a la tumba del santo sufí del siglo XIII al que le adeuda el nombre, hasta 1820 no hubo cristiano al que se le permitiera entrar aquí. Sin embargo, su exquisita conservación le debe mucho a un extranjero. El barón francés Rodolphe d'Erlanger, pintor orientalista y gran experto en la música árabe, preocupado de que Sidi Bou Said llegara a perder su carácter, persuadió al Bey de Túnez para que no permitiera que se levantara en él construcción alguna que no le fuera fiel a su estilo árabe-andalusí. Y basta poner un primer pie sobre sus adoquines para comprobar que lo consiguió.

Pulcro y resplandeciente, envuelto en los aromas de jazmines, pelargonios y azahar, Sidi Bou Said –o Sidibú, como le dicen los amigos- se descuelga desde una colina enredándose en el blanco de su increíble luminosidad y de sus casas encaladas y en el azul intensísimo de la bahía de Túnez, del cielo, y de las puertas que insistentemente se pintan en este color, al igual que sus ventanas de celosía, desde las que las mujeres podían mirar a la calle sin ser vistas.

Habrá que entrar al Café des Nattes para sentarse sobre sus esteras a sorber un té con piñones o aspirar una pipa de agua y, aunque sólo sea por el placer de pasear por sus jardines y apreciar su decoración, se deberá acceder también al palacio de Ennajma Ezzahara que construyera el barón, transformado en un museo y centro de estudio de las músicas del Mediterráneo. Pero, en realidad, en Sidi Bou Said no hay visitas obligatorias. Lo suyo es, simplemente, caminarlo sin mapa, porque no hay pérdida posible, en busca de sus esquinas más favorecidas.

Como no podría ser de otra manera, en plena temporada se llena de turistas, pero esta favorita del Mediterráneo es también una visita imprescindible para las familias tunecinas en excursión desde la capital, o para los estudiantes de Bellas Artes que, esparcidos por el suelo, tratan de plasmar en sus cuadernos de dibujo la atmósfera casi irreal de este rincón que enamoró a Klee, Matisse, André Gide o Simone de Beauvoir. Un consejo, eso sí: en lugar de peregrinar hasta aquí nada más aterrizar en Túnez, conviene dejar Sidi Bou Said para el final de la ruta, a menos que se quiera correr el riesgo de que el resto de sus pueblos puedan luego saber a poco.

GUÍA PRÁCTICA

Cómo llegar
Tunisair vuela desde Madrid y Barcelona a Túnez capital con precios en algunas temporadas a partir de 170 €.

Moverse por ‘Sidibú’
El acceso, al margen de los viajes organizados, es sencillo gracias al tren TGM que une el pueblo con la capital en apenas media hora. Al corazón de Sidi Bou Said no pueden entrar los coches, por lo que todas las visitas se hacen a pie.

Viajes organizados
En cualquier agencia de viajes pueden consultarse circuitos por Túnez que incluyen Sidi Bou Said, como el que propone
Iberojet, de ocho días a partir de 621 €, con los vuelos y traslados, hoteles de cuatro y cinco estrellas y recorrido con guía de habla hispana por, además, Túnez capital, Dougga, Cartago, Kairouan, Tozeur, Nefta, Chott el Djerid, Douz, Matmata, el Jem y Monastir.

Dónde dormir
Dar Saïd, en el corazón del pueblo, es uno de sus hoteles con más encanto, con 24 habitaciones y hasta un hammam tradicional dentro de un caserón noble del XIX restaurado con mucho gusto. También exquisita, la antigua mansión reciclada en hotel de charme Dar Fatma, con el toque de diseño que imprime su mobiliario firmado por Phillipe Starck pero sin perder un ápice de su carácter.

Dónde comer
Además de un té o un zumo de naranja recién exprimido en el célebre Café des Nattes o en el igualmente fácil de encontrar Sidi Chabaane, cuyas terrazas caen en cascada en un extremo frente a la bahía, podrá disfrutarse de la mejor gastronomía en Aux Bon Vieux Temps (56, Hedi Zarrouk), con especialidades tunecinas y francesas, y en otra institución como Dar Zarrouk (Hedi Zarrouk).



No te pierdas
Las grandes y primorosas jaulas de alambre artísticamente trabajado que se utilizan aquí de decoración, sin necesidad de encerrar pájaro alguno dentro. Aunque hoy se pueden adquirir en los zocos de todo el país, son típicas de Sidi Bou Said y constituyen un regalo precioso.

 

 

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